EL VERDUGO



Se habían reunido a la orilla de um fangoso río, porque cada uno quería exponer sus quejas en esa primera asamblea realizada en la región.
Por unanimidad, habían elegido a la tortuga para que presidiera; nadie como ella para escuchar pacientemente los reclamos y disuadir a quienes discutían con indisimulado rencor.
Para que pudiera abarcar a todos los asambleístas eligieron un lugar clave: una roca enorme hacía de estrado y sobre ella, se encaramó la anciana.
-¡Que hable el primero!- djo con voz grave.
-Quiero hacerlo, porque es la primera vez que logro que me escuchen todos- djo la leona. Los ojos se volvieron a la figura casi rubia, erguida entre los demás. Como ven, estoy flaca y envejecida, he tenido ya dieciseis hjos los que se fueron más allá del río... y señaló con la cabeza la otra orilla. Soy la que cazo y alimento a la familia, la que defiende a sus cachorros, la que prepara la cueva para que sea segura y acogedora y sin embargo, a mi marido lo llaman Rey. ¡Y luego critican a nuestro verdugo, llamándolo machista!
Sacudió la cabeza y con altanería propuso: -exijo que hoy, se repare esa injusticia!.-
Con excepción del aludido y de un búfalo de salvajes ojos que se había acercado como al descuido, todos aplaudieron, asintiendo con la cabeza.
-         Me toca mí, ahora, dijo el ciervo a medida que desengachaba sus altas y  ramificadas astas de unos gajos resecos. Amén de perseguido y cazado, pese a mi velocidad, suelen ridicularizarme comparándome con ciertas criaturas débiles y dudosas, lo que considero grave afrenta ya que no soy ninguna de las dos cosas. Y con cierta ironía sonriente agregó:- hay muchas gacelas que lo atestiguan.-
-         El siguiente- dijo la tortuga con voz pastosa, pues sus trecientos veintisiete años la habían tornado cautelosa y sabia.
-         Yo...yo... dijo una cigüeña de  alas enormes, descolgándose desde la nube más cercana. Con voz dulce y graciosa, moviendo su largo pico en un gesto vanidoso, arguyó: - desde hace cientos, muchos cientos de años, a nuestra especie se la responsabiliza del aumento demográfico en este planeta.-  Era culta y conocía varios idiomas ya que debía sobrevolar cielos diferentes donde las aves y animales se expresaban en distintos idiomas. –Creo que llegada es la hora de aclarar esa ridícula falsía, ya que bastante tenemos con emigrar a países lejanos no solo para construir nuestros nidos sino para poner huevos, empollarlos y luego alimentar y vigilar a nuestras crías.
   Sin embargo, lo que más me duele es el hecho de que se engañe a inocentes y crédulos, diciéndoles que salimos desde París hacia todas las latitudes. Luego, sacudiendo sus plumas y cambiando de postura se apoyó en la otra pata, murmurando: -“como si en París anidaran cigüeñas”...-
En ese instante y cuando otro animal se aprestaba a intervenir, el elefante africano abrió las orejas en abanico resoplando con tanta fuerza, que un ruiseñor cayó desde la alta rama y salió rodando entre la hierba.
Afortunadamente el oso hormiguero detuvo su acrobacia, sosteniéndole suavemente con su pata peluda. Fue entonces que el chimpancé pidió la palabra. Rascándose la cabeza, púsose en el centro de la asamblea, pero antes de hablar, dio una voltereta en el aire, cayendo de pie. Todos rieron, menos la tortuga que mantenía su compostura y estiraba el cuello
fuera de la caparazón para mirar a uno y otro lado, como correspondía a su investidura.
-         Bueno... comenzó el macaco, hace ya algún tiempo que algo me preocupa... y rascándose las axilas, empezó a hacer muecas, instancia
aprovechada por la serpiente que sacando su lengua bifurcada, con inflexiones viperinas, berreó: - quiero hablar, ahora me toca a mí-
Nadie la había visto hasta ese momento, pues aunque muy larga, gruesa y con manchas marrones en la piel, había permanecido enroscada detrás de un tronco caído. La tortuga la miró con gravedad y dirigiéndose al chimpancé, dijo: -¿estás dispuesto a permitir que antes de ti hable la serpiente?-
-No tengo inconveniente, respondió el aludido, siempre y cuando no sea muy extensa- y al decirlo se quitó un parásito, llevándoselo a la boca.
La serpiente desenroscó su cuerpo y reptando sinuosamente hasta el círculo que hacía de punto central de la reunión, afirmó sus vértebras terminales, irguió su cabeza triangular por sobre el jabalí, argumentando:
-         Todos ustedes saben de la maldición que sobre nosotras, pesa desde hace más de dos mil años. Cuando se quiere denominar la perversidad, la maldad, la intriga y todo aquello que signifique la acción más terrible consumada en los confines del universo, se la asocia a nuestra especie.-
-         ¡Es por lo del paraíso!- gritó un guacamayo multicolor y barrigón balanceándose sobre sus patas. 
-         A eso voy, contestó la serpiente. Si el Edén era la perfección, si tan solo existía la belleza, la inocencia, la pureza translúcida y prístina, si el árbol cargado de apetitosas manzanas se brindaba a las únicas criaturas que en él moraban, ¿qué hacía yo en ese entorno celestial?
¿Quien me habría llevado hasta allí, si luego me hicieron símbolo del pecado y la maldad?
Hubo un silencio prolongado, algunos se miraban a hurtadillas, pero nadie abrió la boca. Intervalo aprovechado por el simio quien, dando otra voltereta en el aire, cayó parado sobre el lomo de la jirafa, se puso cómodo y comenzó a discursar.
-Les decía que me perturba una idea desde hace largo tiempo. Como saben, afírmase que otras criaturas son nuestros descendientes y mirándolo bien, así debe ser, porque se parecen demasiado a nuestros antecesores. La forma del rostro, los ojos, la frente y hasta los gestos, aunque habrá que reconocer que caminan sobre dos patas con cierto donaire y son más bellos. Sin embargo, hoy quiero proclamar a nuestra especie en rebeldía y lo hago en nombre de todos mis hermanos, habitantes de la región. No queremos, de ahora en más, ser comparados con esas criaturas y renegamos del posible rasgo hereditario.-
-Por qué?- preguntó una ardilla traviesamente trepada a una rama, mientras mordisqueaba un fruto aún verde.
-Porque somos pacíficos, amamos la selva, la tierra y el río, nuestras peleas no pasan de escaramuzas, nos gusta vivir en familia y velamos por nuestros hijos. Al saltar de árbol en árbol, llenamos la floresta con chillidos de alegría vital ya que nos damos incondicionalmente al amor.
Sin embargo, ustedes y nosotros vivimos en permanente zozobra huyendo a través de la selva debido a la crueldad de nuestros perseguidores.
Ellos son los que lanzando rayos poderosos, abren cráteres profundos, incendian los montes, talan sus árboles destruyendo nuestro habitat y aún envenenan las aguas, el aire y la propia tierra. No queremos emparentarnos con ellos, los verdugos, los...
No pudo terminar la frase, un estampido retumbó sobre las lejanas montañas, arrancando de cuajo altos y centenarios árboles. Un segundo estampido los tumbó sobre la vegetal planicie, estremeciendo el suelo húmedo.     
Despavoridos, los animales huyeron pero antes, el elefante, tomando con su trompa a la tortuga, la hizo descender de la alta roca, salvándole la vida.
Un torbellino de hojas y gajos cayeron sobre el lugar, cubriéndolo todo.
El yacaré hundió su cabeza bajo las fangosas aguas del pantano, desapareciendo velozmente.
Luego, todo fue silencio...

    
 






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