Señor:
si en verdad de barro
deleznable
hiciste al hombre
y
lo dejaste solo y extraviado
con
la esperanza ambigua
de
tu reino, que nadie ha conocido,
dime
al menos por qué ese tu silencio
mientras
golpean las puertas de tu casa
y
arañan las aldabas de tu templo
paupérrimas
criaturas. Inocentes
y
crédulos. Ingenuos como ovejas
cuya
lana esquilaron con los hierros;
discípulos
que esperan todavía
se
tornen realidad tus mandamientos.
Si
es que aún peregrinas la tierra
¿por
qué no haces verdad aquel misterio
de
repartir los peces y los panes
entre
millones de seres hambrientos
y
por qué te escudas en el Cosmos, sordo
a
todos los terrores y los miedos?
Ya
ves: en vano aguardo tu respuesta
hace
dos mil años que no entiendo
para
qué la promesa del Edén
si
el horror campea en este Reino.
Acuérdate
Señor, lo prometido
“los
puros de alma entrarán al cielo”
pero
suenan vacías tus palabras
se
han perdido en el polvo del silencio,
ya
nadie dona su oro a los humildes
ni
recuerdan tua bíblicos preceptos,
aún
la higuera estéril no da frutos
y
hay viles mercaderes en los templos;
porque
tu Reino, Señor, está muy alto
inalcanzable
para el reino nuestro.
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