Caminaban, tomados de la cintura. A veces, detenían el paso para besarse locamente,
sorbiendo en la boca del otro, el sol, la luz, la vida.
Húmeda, la arena dibujaba la planta de los pies, llenándola de espuma y agua. Lejos, el cerro
empinaba verdes sombras, mientras una lancha aguardaba en el muelle.
Se miraron. Estrellas menudas titilaban en los ojos y eran serpientes las manos estremecidas, buscándose.
Ni una palabra apuñaló el adiós. Un hondo suspiro aleteó en el aire ingrávido y se tumbó entre las rocas.
Sobre el combo azul del océano, un reguero de blancas señales apuntan hacia el olvido. Lejos, muy atrás, quedó el amor.
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