La pupila se estremeció, imperceptible.El verde cristalino
proyectó un raudal luminoso; todo entonces cobró vida y
movimiento como si de un invisible mago orquestara criaturas
menudas de un mundo fantástico, ruidoso y alegre.
Poco a poco, sin embargo, un tono amarillento trastocó la esmeraldina
superficie, menguando sonidos y voces.
Trapecista invisible, colgando en el límite de tiempo y espacio, toro ciego
embistiendo la noche, la esférica pupila quemó entre sus llamas, la urgencia.
Y fue, desangrada y anónima, un instante en la niebla.
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