MEDALLAS DE CENIZA ( A los dictadores de nunca jamàs)




General,  ¡ay! General, te hundes sin asidero
en movedizas arenas, General del universo
chiquito de tu rencor y tus terrores y miedo.
Aduladores impávidos cambian de rumbo los vientos
falsean los campanarios, asesinan los corderos
mientras cinco soles tristes van marchitando en silencio
los jardines donde crecen azulados crisantemos.
Y estás solo, General, como están solos los muertos
Asfixiado de poder en tu palacio desierto.
En tu ciénaga florida revolotean los cuervos
pájaros de la malaria, huéspedes de tu destierro
que en tu propio suelo sufres la soledad del infierno.
Asesinas a distancia con solo firmar decretos;
espera sin esperanzas de a poco vas sucumbiendo
en los cráteres profundos de los pantanos del miedo.
¿De qué sirve, General, tanto poder y ese intento
de manejar en la sombra los hilos de tus muñecos?
si en las noches solitario con diez aldabas de fuego
te persiguen los fantasmas de torturados y muertos
mientras el viento que sopla anunciando va los tiempos
en que tu trono a pedazos caiga por fin con estrépito.
De nada valdrán medallas, ni la espada, ni decretos
porque vendrá la avalancha incontenible del pueblo
criaturas con frío y hambre, ancianos en cautiverio
a quien no podrás detener con la metralla ni el fuego.
Y como todo cobarde General de soles muertos
temblarás como una hoja sacudida por el trueno.
Buscarás la protección de aduladores y siervos
mas habrán huido todos, mercaderes de silencio.
Solo entonces General, comprenderás el tormento
de estar solo, solo, solo, en mitad del universo.



                                           

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