Estaban
aguardando que tus muslos se marchitaran
Como
lirios bajo el sol de mediodía
Que
tu boca maldecida por alacranes voraces
Callara
para siempre.
Ahora,
Federico, cuando la sombra larga
Del
silencio te cubre para siempre jamás
Recién
ahora tu nombre ocupa titulares astutos
Como
la hipocresía del mundo.
Ya
no duele a nadie tus manos pálidas
Recorriendo
las teclas del piano, en un gemido
Brutal.
Las mismas manos que se aferraron
A
las de Dalí, quien sabe a cuantas otras
En
esa vigilia terrible de sentirse extraño
Como
una luna apagada, como un toro dormido
En
mitad del ruedo. Ahora, que tus huesos
Esparcidos
quien sabe dónde, bajo qué tierra
De
olivares o naranjos
Ahora
que el odio está dormido
Aunque
estén calientes las cenizas.
Ahora,
Federico poeta, magistral y solo
Siempre
solo, aún en esta avasallante
Actitud
de encontrarte, envolverte, amarte
No
solo con los ojos, la piel o cuatro brazos
Sino
con el corazón ardiendo como flecha disparada
Hacia
el sol. Comprendo desolada
El
lenguaje ambiguo de los nadie
Ocultando
con vocablos esquivos
Tu
homosexualidad. Para darte gloria
Amputan
la verdad que hiere, que corta
Como
un puñal o una espada. No saben los de siempre
Que
niegan tu talento y armonía
Tu
identidad lejana y dolorosa
Por
ese amor estéril y sin embargo
Tan
lleno de palomas y campana
Luna
redonda sobre los peñascos
Lirio
morado, junco, rosa, ala;
Qué
inútil fue luchar contra ti mismo
En
esa soledad de madrugada. Quizá la noche
Acompañó
tu angustia cuando triste
Escribías
al amante aquella carta
O
cuando desgranabas los compases
De
una mínima sinfonía. Tu piano confidente
Tan
madera, tan perplejo y sin embargo
Dulce
y sonoro bajo tus dedos ágiles.
No
sé si aún recuerdas el alba aquella
Andando
por Granada, insomne y torturado
Por
amores oscuros. Tal vez ahora sepas
Cuando
todo es ceniza, tu párpado, tu boca
Tu
piel y aquella hoguera ardiendo en tu
costado
Que
en vano fue tu muerte, Federico de
España
Federico
de todos, ya poco o casi nada
Queda de la brutal e impía necedad
De
abolir emociones rotuladas
Encasilladas
en arcaico formulismo.
Te
negaron tanto a través de la historia
Pequeña.
Al igual que otros fuiste traicionado
E
inmolado en nombre de la hipocresía
Los
bárbaros de siempre congelaron tu sonrisa
Y
ese día se puso el sol en Granada
Rojo
de sangre. Sin embargo, Federico
La
gloria que nace de la muerte
Te
ha proclamado desde ahora
Y
hasta que estalle el planeta
Poeta
universal.
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