TU ROSTRO SE PERDIÓ EN LA MULTITUD

Sentada, ante un pocillo de café, te espero.
Te espero y sin embargo, no sé si vendrás.
Allá afuera, el ruido de voces se va apagando sobre el asfalto mojado, mientras ante mi pocillo de café, aguardo.
Miro por la ventana. Descubro entre las hojas de los plátanos, a un pájaro acurrucado.
Pobrecito. Las alas empapadas lo obligan a esperar que el temporal amaine; los dos esperamos, aunque sea diferente nuestra ansiedad.
Una silueta difusa bajo la lluvia, se acerca. No puedo verle el rostro porque el paraguas lo oculta por entero. Miro su corbata roja y la chaqueta gris, pero no me altero. Sé que no eres tú. No, tú eres incapaz de usar corbata, luces bajo la camisa desabrochada, un vello suave  y oscuro, que acaricié con pasión muchas veces.
El foco de un autobús, ilumina la figura.  Bajo el paraguas un rostro asoma y dos ojos me escrutan , estudiándome. Lo miro con indiferencia, desviando luego la mirada para posarla sobre el pájaro. Aún está allí, quietecito y mudo.
¡Cómo nos parecemos! pienso. El no puede volar, y yo, yo estoy aquí, frente a un pocillo de café, aguardándote.
Miro la hora. En la otra mesa, una pareja tomada de la mano, se mira con ternura.
Te pienso y el pasado regresa. Caminamos juntos, lado a lado, pero jamás nos tomamos de la mano. Sin embargo, en nuestro corazón, un río desbordante nos anega. Nos miramos y el universo con todas sus estrellas cabe en la mirada. Nos besamos y parece que diminutos y traviesos duendes tañeran todas las campanas. Nuestro amor es diáfano, como el velo de una náyade. Jamás una sombra de duda oscureció nuestro cielo.
Mientras voy recordando, revuelvo distraídamente, la cuchara en el pocillo.
Te amo ¿sabes? Solo ahora mientras te espero, conozco la dimensión de nuestro amor.
La puerta del café se abre abruptamente. En el dintel, veo tu imagen querida. Los cabellos mojados, la camisa abierta y entre las manos, un ramo de rosas.
-          Hola
-          Hola, contesto
Te inclinas y mirándome con ojos encendidos me alcanzas las rosas.
-          Son tus favoritas... luego de una pausa, agregas: hace trece años que la florista las reserva para ti.
Cierro los ojos. Como una ráfaga, rememoro el primer día de nuestro encuentro. Nos despedimos en 18 de Julio y Paraguay. Recostada en la columna te seguí con la miarada. Mientras con paso ágil te alejabas, mi corazón de mujer latía locamente.
Antes de subir al autobús, me miraste desde lejos. Luego, tu rostro se perdió entre la multitud.
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario